martes, 19 de junio de 2012

Sucedáneos de la unidad cristiana





Vivimos tiempos de verdades a medias, que como dicen es la peor de las mentiras.
18 DE JUNIO DE 2012

 Una de estas verdades deformadas es la unidad cristiana, reflejada de múltiples formas.
 Por ejemplo, la unidad de la mayoría . Como si la fe fuese cuestión de elecciones democráticas, o un sindicato con representación mayoritaria, se interpreta la unidad como aquello que piensa la mayoría. Esto por sí mismo es sólo politiqueo (dicho sea de paso, más vale la democracia de muchos que la tiranía de uno solo, pero ninguno de estos extremos es unidad).
 Una variante de esta unidad de la mayoría es la decisión de la "jerarquía" o el "liderazgo", muy propia del catolicismo vaticano, pero que asienta también en el inconsciente colectivo evangélico, especialmente si viene de trasfondo católico.
 O la unidad de un proyecto X , por el simple hecho de ser anunciado como algo público y en el nombre de Cristo, considerando que ya por esto tiene que ser visto y apoyado como algo propio de la unidad cristiana. Tampoco decimos que no deba ser apoyado, pero sí analizado sin prejuicios a favor ni en contra.
 Por supuesto, cuando se quiere "forzar la unidad", va todo rodeado de cierta parafernalia y puesta en escena: este país va a ser transformado, ha llegado el avivamiento, vamos a impactar la nación, etc.
 Como nadie va a reconocer que se ha equivocado (sería “romper” la cacareada unidad), menos aún se hablará en ningún caso de fracaso , ni se evaluarán los posibles errores cometidos. Pase lo que pase se dirá que ha sido un éxito, que la unidad del pueblo de Dios se ha puesto de manifiesto, que un momento histórico se ha producido y demás frases hechas.
 Repasando la hemeroteca vemos decenas de estos proyectos, dentro y fuera de España . No vamos a decir que todos, pero sí que una gran parte han sido fuegos artificiales donde se ha invertido una enorme cantidad de dinero y esfuerzo para un paso efímero y sin trascendencia alguna a largo plazo (y a veces con mucha pena y nada de gloria).
 Frente a esta tendencia, creemos que la unidad no es la coincidencia en una actividad de las personas que se llaman o nos llamamos cristianas, sino la de estar en obediencia a la cabeza que es Dios . Con integridad, y si hace falta en total soledad. Así nació Jesús en un pesebre aislado. Así recibió Moisés uno de los mayores proyectos de Dios para su pueblo. Así vivieron y murieron profetas. Así los reformadores protestantes dieron su vida, muchas veces sin más fruto que su propia sangre derramada.
 El propio Jesús vivió de espaldas a estos conceptos. La unidad era ser uno con la voluntad del Padre. No ser muchos reunidos, y más o menos unidos entre sí.
 Y esto es lo que la sociedad y el propio pueblo cristiano necesitan. No unidades democráticas, de jerarquías, o de grandes proyectos. Sino la unidad de cada uno con la verdadera voluntad del Padre, en torno a su amor, su verdad y su justicia revelados en su Palabra y a nuestros corazones y conciencias.
 ¿Cuál es esa voluntad concreta? Cada generación de cada país debe buscarla y descubrirla. Pero por favor, sin sucedáneos.
 Que luego haya muchos que se unan en torno a esta voluntad será bueno y deseable, pero no pongamos el carro delante del caballo. Más vale ir solos a caballo que todos juntos montados en un carro que no se mueve, aunque lleve el falso letrero de “unidad”. 

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